jueves, 30 de septiembre de 2010

Historias de Tesalónica. Capítulo II: Los κάγκουρας y Zeus


Debes rogar que el viaje sea largo,

que muchos sean los días de verano.
Constantine P. Cavafy- Ítaca

Quizás fuera cierta mentalidad renana, pero Tesalónica me pareció caótica. Si utilizamos el respeto hacia el peatón de los conductores como parámetro de la civilización de un lugar, la ciudad no ocuparía un puesto demasiado favorable. Acostumbrado tanto en Valladolid como en Colonia a cruzar cuando hay pasos de cebra, pronto tuve que cambiar mi mentalidad y atraverme a pasar al otro lado, única y exclusivamente, cuando no se divisasen coches en horizonte. Lo más curioso era la habilidad de aparecer de la nada. En ningún caso mejoró mi percepción del tráfico el que el viernes, al coger un taxi, el taxista tuviera la mano izquierda en el volante y la derecha en el komboloi (especie de rosario con el que los hombres griegos juguetean). Como pude deducirse, de mi boca acabaron saliendo toda clase de menciones a la madre de los conductores.

Aunque el que escribe esto no ha estudiado en su vida Urbanismo, no es muy difícil darse cuenta de lo insufrible que puede llegar a ser una ciudad. Más aún si tenemos en cuenta que apenas hay zonas verdes en ella y que, en ocasiones, los tesalonicenses tienen la extraña costumbre de colocar los contenedores en la acera, obligando al sufrido peatón a bajarse a la carretera, lugar donde aparecen al volante los allí denominados como κάγκουρας, cuyo equivalente a nivel de las tribus urbanas españolas son los canis. En versión helénica, to chulicos con su cinturón plateado, te pasan rozando. Menciones a las madres de los conductores al cuadrado.

El hecho que de una ciudad milenaria no hayan conseguido hacer algo recordable, tampoco ayuda a mi imagen de Tesalónica. Tampoco el que los precios de las bebidas sean absolutamente desorbitados. Ni siquiera la Universidad, absolutamente politizada y con acusaciones de caciquismo entre las asociaciones existentes en ella.

Cuando ya estaba cerca de convertirme en el prototipo de lector del Bild, diario populista alemán radicalmente contrario a la ayuda institucional a Grecia en la crisis, que cree que en el país helénico se comen a los niños crudos, fuímos a un restaurante para saber si este último extremo era cierto y, de serlo, qué grado de cocción se utiliza a la hora de merendarse a los tiernos infantes. Pudimos allí probar cosas típicas griegas: calabacines rebozados acompañados con tsatziki (salsa de yogur con pepino), berenjenas fritas, rollos de feta con verduras, quesos fritos, carnes de diversos tipos y, unas patatas fritas que, quizás por el aceite en que estaban fritas, eran memorables. Además, existe la tradición de invitar a los postres. Por muy insufrible que sea la ciudad, por muy temerarios que sean los taxistas y κάγκουρας, con la comida todavía hay razones por las que creer en la existencia de Zeus.

Foto: Se trata de uno de los postres que comimos. Similar a los buñuelos, con mucha miel. Se sirven calientes y con un helado, haciendo un efecto similar al del Apfelstrudel -aunque su sabor es distinto- de juego frío-calor.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Historias de Tesalonica. Capitulo I: La culpa de la crisis es del café


No has de temer a los Lestrigones ni a los Ciclopes,
ni al colerico Poesidon.
Constantine P.Cavafy- Itaca

I. En teoria ayer se celebraba el dia europeo sin coches. En teoria, porque el trafico de Tesalonica es tan absolutamente infernal que daba igual lo que se celebrase. Aunque en un ataque de sostenibilidad a la administracion correspondiente se le ocurriese que los autobuses fuesen gratis, las calles se encuentran repletas de motos petardeantes y coches. Y, si ya de comienzo no quedaban claras las diferencias entre Tesalonica y Colonia, ha de senhalarse que lo de la separacion de las basuras en organicas e inorganicas, plasticos, papeles y vidrios de distintos colores parece que ni se ha logrado, ni se lograra a medio plazo.

II. Sin embargo, pese a que los ataques de sostenibilidad y ecologia brillen por su ausencia, aun queda algun atisbo de racionalidad: en una ciudad de un millon de habitantes, de los cuales muchos estudiantes, solo hay tres Mcdonalds. Ademas, el Starbucks que hay junto a la igleisa de Panagia Deksia (ortodoxa, con senhoras que siguen la tradicion y besan las imagenes de los santos) lo queman cada vez que hay protestas.

III. El profano en asuntos helenicos queda absolutamente sorprendido al ver a la gente beber sin parar un cafe llamado Frappe, a traves del cual se puede entender la teorica crisis economica. Si tomamos como punto de partida el que los mileuristas espanholes son los setencientoseuristas de aqui y tenemos en cuenta que tanto el cafe como la cerveza cuestan de tres a cuatro euros y ayer, miercoles, habia mucha mas gente por la calle que un dia grande de Valladolid en fiestas, la primera hipotesis es que la crisis esta originada por las bebidas. Conclusion de todo esto? La que ya todos sabemos, el paquete de ayuda a Grecia aprobado en la primavera de este anho por valor de 110.000 millones de euros a pagar entre la Union Europea y el FMI. Nunca la cafeina origino una crisis tan grande.

Nota marginal: El escribir desde un teclado griego origina la falta de tildes y de algun simbolo mas. Cabe esperar que los sectores ortograficamente mas puristas lo sepan aguantar.

martes, 21 de septiembre de 2010

Jeff Tweedy y la Beautiful people


Impossible Germany
Unlikely Japan
Impossible Germany, Wilco

En realidad, no decidí caprichosamente volver a Alemania el viernes. La mudanza de piso que me tiene ocupado era una mera excusa para venir con antelación. Ya en mayo miré la cartelera de conciertos que habría en Renania del Norte-Westfalia (Land donde están Colonia y Düsseldorf) y descubrí que el 20 de septiembre tocaría uno de los grupos que más ganas tenía de ver en directo. Además, lo haría en un teatro, lo cual, a priori, se ajustaba más a su perfil que un escenario en un festival. Así, el concierto de ayer de Wilco en Düsseldorf fue el elemento determinante para elegir el momento de retorno.

Que el concierto fuera en un teatro le daba el aval de la acústica y lo íntimo. Ahora bien, jamás hubiera pensado que la ciudad -Düsseldorf es la capital y hay bastantes empresas por aquí- fuera a determinar el público del mismo. Ya una de las acomodadoras del recinto lo dijo: "esto no es un concierto de rock". En resumidas cuentas: gente con más de 35 años (los más jóvenes), arreglados pero informales, haciéndose fotos con iphones 4, comprando pinchos en el interior del edificio por 2€ y que pagaban más de 3€ por cerveza. Algunos, en un ataque de rebeldía para su condición de beautiful people, hasta bebían de los botellines a morro. No ví a nadie que tuviera pinta de ser más joven que yo y estuve rodeado de gente que, por edad, podrían ser mis padres.

¿Y Wilco? Sus directos tienen la fama que se merecen: excelentes. Nunca he estado en un concierto tan bueno, con una acústica tan brillante, con unos tíos que aguanten dos horas y veinte minutos en el escenario sin que te llegues a aburrir. Hicieron una versión light de Spiders, tocaron Jesus, Etc y hasta Califronia Stars, del disco que tienen con Billy Bragg. Y, en un ataque de populismo musical, no se olvidaron de Impossible Germany.

Hablando de música, Nacho Vegas va a tocar en Valladolid allá por febrero. Creo que ya he encontrado la excusa perfecta para volver a Valladolid a sacarme las muelas del juicio. Visto el público de ayer, quizás hasta vengan mis padres también conmigo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Cosas incorruptibles




Pero el tren no había pasado aún de Sydenham cuando Picaporte dio un verdadero grito de desesperación.-¿Qué es eso?- Preguntó mister Fogg. -Que... en mi precipitación... en mi turbación... he olvidado...-¿Qué? -¡Apagar el gas de mi cuarto! -Pues bien, muchacho- respondió fríamente mister Fogg-, seguirá por cuenta vuestra.

Fragmento de "La vuelta al mundo en ochenta días"

El hacer la maleta en el último momento conlleva riesgos evidentes. Cuando volví a Alemania tras haber pasado en Valladolid las vacaciones de Navidad, me olvidé los apuntes y libros del curso de alemán del que, tres semanas después, me examinaría. Afortunadamente, mi Santa Madre se sacó de la manga -al parecer, existe- un convenio de una empresa de transportes con la Universidad de Valladolid mediante el cual, se mandaban gratuítamente libros y documentos a otra universidad en el extranjero, siempre y cuando no superasen los dos kilogramos. Lo cierto es que, unos diez días después de mi olvido, una señora alemana me llamó al teléfono diciéndome que tenía un paquete en la oficina de correos de la Universidad de Colonia.

Al llegar a la oficina para recogerlo, me señaló que ellos no trabajaban para los alumnos y que el despacho estaba sólo establecido para los envíos postales de profesores y personal administrativo. Poniendo una sonrisa babosilla, le dije el más clásico de todos los clásicos: "Entschuldigung, ich bin Erasmus-Student" (Lo siento, soy erasmus. Hasta hay un grupo en Facebook que se llama así). Por hastiazgo o compasión, accedió finalmente a darme el paquete a mi nombre. El miedo a que la señora se quedase con los futuros envíos postales me hizo no volver a utilizar ese sistema nunca más.

No fue mucho mejor cuando volví a España en verano. Los últimos días en Alemania de mi anterior erasmus estuve contínuamente haciendo cosas: recibir muebles de cara a la casa en la que viviré desde octubre, despedirme de la gente, hacer mis maletas, limpiar, tirar algún tomate o cebolla a la basura que no sobreviviría a mi retorno, burocracia, etc. Conforme con este ritmo de vida, perdí varios kilos de peso y no dormí demasiado durante una semana.

Hacia mediados de agosto, leyendo tranquilamente el periódico en Valladolid y haciendo repaso mental de la cantidad de cosas que tendría que hacer a mi regreso a Colonia, me dí cuenta de algo que había sobrevivido a la limpieza total de los últimos días en Alemania. Si bien me acordé de tirar las cebollas y tomates a la basura, me olvidé completamente de un paquete de pan de molde del Lidl y, si no me equivocaba, debería estar enmoheciendo a ritmos alocados en mi estantería de la cocina. ¿Mutaría el pan del Lidl en un hongo tan grande como para acabar con la Hahnenstrasse?

Sally Davies tenía la respuesta a un caso similar al mío. Según el blog el comidista, ella es una fotógrafa neoyorquina que tomó una instantánea de un Happy Meal 137 días después de haberlo comprado. La cosa -por llamarlo de alguna forma- permanecía en el mismo estado en el que se había adquirido. Es decir, sin ningún atisbo de la putrefacción normal a la que cualquier alimento normal se debería ver sometida.

Estado en que se encuentra el pan a día de hoy. Un mes y veinte días después de su caducidad.

Hoy he vuelto a Colonia. He podido comprobar que el pan de molde del Lidl, pese a caducar -en teoría- el 28 de julio, se mantiene tan inmaculado como el primer día. ¿Confiarían ustedes para su alimentación en un supermercado en cuyos plátanos aparece cocaína y que sus panes no se pudren con el paso del tiempo? Señores del ministerio o institución que sea: o me dan una beca para el curso que va a empezar, o creo que me voy a pasar al Aldi.


viernes, 17 de septiembre de 2010

Momentos estelares de la humanidad: No pasarán


Solche dramatisch geballten, solche schicksalsträchtigen Stunden, in denen eine zeitüberdauernde Entscheidung auf ein einziges Datum, eine einzige Stunde und oft nur eine Minute zusammengedrängt ist, sind selten im Leben eines Einzelnen und selten im Laufe der Geschichte"

Cuando el 22 de febrero de 1942 Stefan Zweig se suicidió en Brasil junto a su mujer, lo hizo con una enorme desesperación por la destrucción a la que estaba sumida Europa. Había abandonado ya su Austria natal en 1934 al ver que las ideas de los nazis iban cuajando. La fecha de su muerte coincidió con uno de las derrotas más estrepitosas para Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial; la pérdida de Singapur a manos de los japoneses. En este contexto de incertidumbre y avance del absolutismo en el campo de batalla, decidió quitarse la vida.

Como legado literario, dejó grandes relatos del siglo XX: "Novela de ajedrez", "Carta de una desconocida", "24 horas en la vida de una mujer", etc. Tras su lectura, uno no se sorprende tanto de su suicidio al ver el poso de amargura que en todas ellas subyace. De su obra, los "Momentos estelares de la humanidad" son lo mejor. Catorce relatos compilados en una novela, donde el lector disfruta de la pérdida de Bizancio, la decisión errónea que hace perder a Napoleón la batalla de Waterloo, la lucha por el polo Sur o el fracaso de Woodrow Wilson.

¿Qué decide que un determinado acontecimiento sea elevado a un momento estelar de la humanidad? Según palabras del propio autor (véase arriba en alemán): "suelen ser momentos dramáticamente concentrados, preñados de fatalidad, en los que una decisión destinada a persistir a lo largo de los tiempos se comprime en una única fecha, en una única hora y a menudo en un solo minuto, son raros en la vida del individuo y en la el curso de la Historia". La creación de la marsellesa, uno de los mejores relatos de esa novela, reúne todos los ingredientes al haberse compuesto en muy breve espacio de tiempo, ante un episodio trágico como la guerra contra el ejército del Rin y haber logrado llegar hasta nuestros tiempos.

De esta manera, en un perfecto ejercicio de subsunción de lo anterior, no sería excesivamente arriesgado calificar como momento estelar la terrible y definitiva decisión de cuántas capas de ropa ha de ponerse uno encima para no tener problemas con los 15kgs que únicamente deja facturar Ryanair y burlar su ¡No pasarán (con sobrepeso)! particular. Mañana, fatalidad y persistencia en un sólo instante tan único como Waterloo en el aeropuerto de Valladolid.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Introducción


No sé muy bien por qué escogí Colonia en 2009 para hacer un Erasmus durante todo un año. Quizás, porque era la ciudad más grande entre aquellas de Alemania que tenían acuerdo con mi facultad. También influyó lo suyo el consejo de mi coordinador de por aquel entonces, que me dijo que las "gentes del Rin eran afables" (sic). Sea por lo que fuere, la elección fue acertada: conocí a mucha gente, aprendí mucho más de Derecho de lo que hubiera aprendido quedándome en Valladolid, me moví por Europa, dominé las tortillas de patatas y, en un ataque de optimismo, podemos afirmar que hasta tuve la sensación de estar cerca ya de defenderme en alemán.

Esa sensación fue una de las razones para tomar la decisión de quedarme este año también en Colonia, a modo de movilidad sin financiación. Siendo breve: te dejan irte pero no te pagan un duro. Es decir, que este año compraré en el Aldi y el Lidl día tras día. Antes de saber que tenía plaza en Köln (Colonia) para un segundo año, analicé todo tipo de posibilidades. Creí que acabaría en Bonn, figuré como estudiante durante una semana de Osnabrück, donde llegué a viajar y comprobar que, si en 2001 su mensa (comedor universitario) había sido elegido como la mejor de aquel año, los postres habían tenido que jugar un papel importantísimo en semejante decisión. Me informé tanto del sistema universitario alemán, que acabé siendo un experto y pudiendo ubicar en el mapa con los ojos tapados sitios como Heidelberg, Gotinga, Friburgo o Bayreuth.

Y todo...¿Para qué? Para que, tras muchos emails y desesperación, me dieran plaza donde quería: en Colonia. Otro año más.

De cara a este segundo año, utilizaré este blog, aunque no supone esto abandonar Cerveza Amarga. Al no nacer como blog-erasmus, en teoría existe un riesgo menor de quedar abandonado en octubre, destino que corresponde a todas las bitácoras de semejante condición, salvo a la agonizante Cerveza Amarga, que, en un ataque de dignidad, llegó hasta mayo con lo relativo a las aventuras universitarias europeas. Que Merkel nos coja confesados.