martes, 12 de octubre de 2010

Lo posible



Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
San Pablo (2 Cor 12, 7-10)


A aquellos como yo, que todavía no hemos estado allí, Sudamérica nos puede llegar a parece un continente donde todo es posible: 33 mineros que sobreviven bajo tierra durante varios meses, la muerte de un terrorista poniendo un GPS en sus botas, la captura de otro a través de los restos de medicamento utilizado contra la psoriasis, dar lugar a varios premios nóbeles, estupendos futbolistas que son capaces de meter en el mismo partido un gol con la mano y otro que será el más recordado del siglo XX y un largo etcétera. Leyendo titulares de periódicos, no sorprende tanto el realismo mágico.

Ingrid Betancourt estuvo seis años y cuatro meses secuestrada, con una cadena al cuello, en algún punto de la selva colombiana. Cabe pensar que, sobrevivir a aquello, sólo es posible en Suramérica. Cierto o no, dos años después de su liberación ha escrito un libro en el que narra cómo fue su vivencia y que se ha colocado entre lo más leído en Francia. Teniendo en cuenta que este año me he planteado meterme más en el mundo alemán y disfrutar más de lo que Colonia ofrece, decidí ir a Mayersche -librería/centro comercial-, lugar donde hoy ha estado ella presentando su recién publicada novela.

La presentación corrió a cargo de Martina Gedeck, la actriz principal de La vida de los otros o Deliciosa Marta, que se encargó de leer un capítulo donde Betancourt describe brevemente su situación como prisionera y un intento fracasado de huída. Posteriormente, la propia Ingrid respondió en inglés a preguntas que un moderador le hizo. Llama la atención su voz suave, que, según ella misma, le cambió tras el secuestro. Conforme a sus palabras, fue la propia dificultad para contar oralmente la que le condujo a escribir, aunque hay episodios que prefiere evitar. Con citas a San Pablo para explicarlo, lo que le mantuvo con vida espiritual durante su cautiverio fue el amor, los buenos recuerdos sobre su juventud y, sobre todo, la creencia en Dios.

En realidad, no tenía tanto interés por la obra literaria en sí (ni me compré el libro). Más bien, fue el respeto que impone cuando habla lo que me movió para ir a verla. Aunque sólo sea por ello -aún no compartiendo ni todas sus opiniones ni sus últimos actos, como demandar al Estado colombiano por su secuestro-, merece la pena ser escuchada.

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