sábado, 18 de septiembre de 2010

Cosas incorruptibles




Pero el tren no había pasado aún de Sydenham cuando Picaporte dio un verdadero grito de desesperación.-¿Qué es eso?- Preguntó mister Fogg. -Que... en mi precipitación... en mi turbación... he olvidado...-¿Qué? -¡Apagar el gas de mi cuarto! -Pues bien, muchacho- respondió fríamente mister Fogg-, seguirá por cuenta vuestra.

Fragmento de "La vuelta al mundo en ochenta días"

El hacer la maleta en el último momento conlleva riesgos evidentes. Cuando volví a Alemania tras haber pasado en Valladolid las vacaciones de Navidad, me olvidé los apuntes y libros del curso de alemán del que, tres semanas después, me examinaría. Afortunadamente, mi Santa Madre se sacó de la manga -al parecer, existe- un convenio de una empresa de transportes con la Universidad de Valladolid mediante el cual, se mandaban gratuítamente libros y documentos a otra universidad en el extranjero, siempre y cuando no superasen los dos kilogramos. Lo cierto es que, unos diez días después de mi olvido, una señora alemana me llamó al teléfono diciéndome que tenía un paquete en la oficina de correos de la Universidad de Colonia.

Al llegar a la oficina para recogerlo, me señaló que ellos no trabajaban para los alumnos y que el despacho estaba sólo establecido para los envíos postales de profesores y personal administrativo. Poniendo una sonrisa babosilla, le dije el más clásico de todos los clásicos: "Entschuldigung, ich bin Erasmus-Student" (Lo siento, soy erasmus. Hasta hay un grupo en Facebook que se llama así). Por hastiazgo o compasión, accedió finalmente a darme el paquete a mi nombre. El miedo a que la señora se quedase con los futuros envíos postales me hizo no volver a utilizar ese sistema nunca más.

No fue mucho mejor cuando volví a España en verano. Los últimos días en Alemania de mi anterior erasmus estuve contínuamente haciendo cosas: recibir muebles de cara a la casa en la que viviré desde octubre, despedirme de la gente, hacer mis maletas, limpiar, tirar algún tomate o cebolla a la basura que no sobreviviría a mi retorno, burocracia, etc. Conforme con este ritmo de vida, perdí varios kilos de peso y no dormí demasiado durante una semana.

Hacia mediados de agosto, leyendo tranquilamente el periódico en Valladolid y haciendo repaso mental de la cantidad de cosas que tendría que hacer a mi regreso a Colonia, me dí cuenta de algo que había sobrevivido a la limpieza total de los últimos días en Alemania. Si bien me acordé de tirar las cebollas y tomates a la basura, me olvidé completamente de un paquete de pan de molde del Lidl y, si no me equivocaba, debería estar enmoheciendo a ritmos alocados en mi estantería de la cocina. ¿Mutaría el pan del Lidl en un hongo tan grande como para acabar con la Hahnenstrasse?

Sally Davies tenía la respuesta a un caso similar al mío. Según el blog el comidista, ella es una fotógrafa neoyorquina que tomó una instantánea de un Happy Meal 137 días después de haberlo comprado. La cosa -por llamarlo de alguna forma- permanecía en el mismo estado en el que se había adquirido. Es decir, sin ningún atisbo de la putrefacción normal a la que cualquier alimento normal se debería ver sometida.

Estado en que se encuentra el pan a día de hoy. Un mes y veinte días después de su caducidad.

Hoy he vuelto a Colonia. He podido comprobar que el pan de molde del Lidl, pese a caducar -en teoría- el 28 de julio, se mantiene tan inmaculado como el primer día. ¿Confiarían ustedes para su alimentación en un supermercado en cuyos plátanos aparece cocaína y que sus panes no se pudren con el paso del tiempo? Señores del ministerio o institución que sea: o me dan una beca para el curso que va a empezar, o creo que me voy a pasar al Aldi.


2 comentarios:

Germán dijo...

Antonio, tienes que ver las cosas desde otro punto de vista. ¿Acaso de verdad querías que, a tu llegada a Colonia, te estuviese esperando un hongo gigantesto que nada más verte, hubiera dicho "Papa" (dígase con acento alemán ;) )?. Es más preferible, a mi parecer, que te espere un paquete de pan de molde tierno, como si estuviese recién sacado del horno de Lidl, dispuesto a cubrir un par de lonchas de jamón y queso :P
Viele Grüsse,
Germán

Vázquez dijo...

jeje, no, tampoco lo quería. De todos modos, pese a parecer intacto, acabó en la basura.