viernes, 8 de octubre de 2010

Caramelo amargo


Pregunta:
Más allá de 2014, ¿cómo se ve? Ha citado antes el restaurante Mibu...
Ferrán Adriá: Sí, ésa podría ser una solución para cuando ya todos estos proyectos vayan solos. Servir cada día una mesa de ocho personas, con otras seis en la cocina. Una dimensión humana para la jubilación.

Entrevista a Ferrán Adriá en El País Semanal. Domingo 14 de febrero, 2010.


"Empezamos a hacerlo porque estábamos borrachos". Así explicó mi excompañera francesa de piso la apuesta que mantuvo con su novio. Consistía en preparar para ellos mismos una serie de platos a lo largo de un mes. Por ejemplo, se retaban un domingo y preparaban Quiches. Quien perdiese, pagaría las vacaciones de verano. Como aquella conjución planetaria de amor y gastronomía podía salir excesivamente cara a una de las dos partes de la pareja, decidieron suspenderla. Eso sí, cuando aún estuvo en vigor, yo hice de conejillo de indias de la francesa y me tocó dictaminar si el tomate cherry era mejor que el de toda la vida, o si una cebolla cortada en trocitos diminutos potenciaba el sabor.

El día antes de abandonar definitivamente aquella casa y mudarme a un piso mucho más cercano a la universidad de Colonia, decidimos hacer una cena de despedida. Invité a la francesa y a un amigo suyo del sitio donde vivíamos. Como no quería complicarme excesivamente la vida y el tipical spanish, al menos en lo gastronómico, todavía vende lo suyo, decidí preparar dos tortillas de patata. Una clásica y la otra, siguiendo una receta de El cocinero fiel, colocando en el medio una bola de ese queso tan aburrido como vanagloriado llamado mozarella. Tal y como estaba previsto, el queso se fundió y la receta salió de forma más o menos digna.

Desde del año pasado me he ido aficionando a los blogs de cocina. Hay algunos como Falsarius Chef, con recetas tan fáciles como idóneas para exceder en un sólo día todas las calorías que se deberían tomar en un año. Otro, ya mencionado en anterior post, es el Comidista. Precisamente en este último, hay una sección llamada Desastres en la cocina, destinado a narrar todas esas experiencias lamentables entre los fogones.

De los desastres en la cocina recogidos en el citado blog, se suele extraer un punto común; muchos de ellos ocurren la primera vez que se prepara un plato, causados por la inexperiencia. En la cena de despedida, si yo me encargué de la tortilla de patata, la francesa y su amigo decidieron hacer el postre. Y se atrevieron con algo bastante galo, como la Ile flottante. Quién diría que de un postre tan dulce podría haber producido daños tan severos.

El caramelo líquido fue el culpable de todo. En primer lugar, la mezca de azúcar y agua tardó muchísimo más de lo debido en transformarse en caramelo. Posteriormente, cuando finalmente lo hizo, se solidificó rapidísimamente, quedándose totalmente adherida a la cazuela y a la encimera de la cocina. La francesa se puso nerviosa y se dedicó a rascar la cacerola. Aquel pegote dulce era imposible de eliminar con cualquier aparato. Sólo cuando se les ocurrió volver a ponerlo a hervir y diluírlo con más agua, la cosa pareció ir a mejor. Fue entonces cuando ella preguntó a su amigo: ça marche? ça marche? Y sí, al final se marchó, aunque tuvieron que tirarlo por la ventana para contemplar su final definitivo. Lo poco que se salvó, se destinó a la ile flottante. Y así acabó mi vida gastronómica de la Hahnenstrasse, con una parte del postre deshaciéndose en mi boca, y la otra yendo a parar lo más profundo de las entrañas del subsuelo alemán.

3 comentarios:

Deiviz dijo...

Joder, yo también creo que el queso mozzarella es una puta sosez! Te amo.

Vázquez dijo...

Es una verdad universal.

Abel Núñez dijo...

Caramelo amargo, cerveza dulce.
NO HE PODIDO EVITARLO, SOY UN RAPSODA.